Festival de Cine Español de Cáceres
El 17 de marzo de 1994 se celebró en el Café latino La Machacona una fiesta del Cine donde se presentó oficialmente la revista de cine Versión Original. Esa humilde y divertida Gala fue el comienzo de los Premios “San Pancracio de Cine” que se entregan desde ese año en la ciudad de Cáceres, premios que en la actualidad clausuran el Festival de Cine Español de Cáceres. La denominación del galardón está orientado en desear “Suerte y Trabajo” a los premiados, sin ninguna vinculación religiosa: San Pancracio es el santo vinculado a la suerte y al trabajo.
En la actualidad es el Festival de Cine Español más longevo de España, y ha contado durante 27 ediciones con la presencia de los grandes profesionales de la cinematografía española, Alberto Iglesias, Eduard Fernández, Enrique Urbizu, Fernando Trueba, Javier Cámara, Inma Cuesta, Pilar Bardem, Jose Coronado, José Luis Borau, Julio Medem, Luis Tosar, Mario Camus, Marta Etura, Antonio de la Torre, Lola Dueñas, Elena Anaya, Pedro Almodóvar… y así una lista de más de 150 galardonados.
Bajo el lema “VER CINE ESPAÑOL AYUDA” el Festival de Cine Español de Cáceres se asienta en cuatro aspectos que consideramos imprescindibles: el cultural, que incluye la promoción y la divulgación del Cine Español en Extremadura; el humanitario, pues los beneficios del Festival, provenientes de la recaudación obtenida en las distintas actividades que se organizan en el seno del mismo, terminan convirtiéndose en sostén de diversos y esenciales proyectos humanitarios; el igualitario, por medio de la visibilización de la igualdad de género a través de las películas seleccionadas, la integración de mujeres en todos los departamentos técnicos y artísticos del evento y la contratación de personal femenino, espíritu este que coexiste con el respeto a la orientación sexual y a la identidad de género como parte fundamental de la libertad y de la dignidad de las personas -solo promoviendo cotidianamente la pluralidad será posible construir una sociedad más justa y equitativa, respetuosa con la diversidad de todos los seres humanos-; y el medioambiental, generando una responsabilidad para disminuir el impacto del evento, conseguir que sea un Festival lo más ajustado posible a parámetros de sostenibilidad y utilizarlo como una plataforma divulgativa para involucrar a la sociedad civil en el cuidado de la naturaleza; comportamiento que también incluye el respeto a los animales, con quienes compartimos un planeta que todos tenemos la obligación de cuidar. En esta edición, la vigesimoséptima, nos centramos en un programa de sensibilización que incluye exposiciones, talleres y charlas relacionadas con el cuidado del medio ambiente y con las consecuencias del cambio climático.
Tener o no tener un San Pancracio

Hay dos leyendas urbanas en torno a las distinciones cinematográficas. Primera, que te es más difícil conseguir un trabajo tras un premio porque todo el mundo piensa que pedirás un sueldo más alto. Segunda, que ningún director es capaz de hacer una buena película después de que alguien le haya dedicado un libro a su obra. No sé si estas casi mitológicas maldiciones son ciertas, pero consuelan a los que no suelen ganar premios ni les dedican libros.
Los premios los suele otorgar gente que se quiere dar importancia. Entonces le conceden un premio a alguien y así consiguen hacerse una foto con ellos. Así por ejemplo el señor Alfred Nobel se relaciona con Faulkner y el Príncipe de Asturias se hace una foto con Woody Allen. Por eso me gustan los premios que no premian a los ganadores. Lo habitual es que la película que gana los Goya reciba todos los premios cinematográficos del año, desde el Ondas hasta el de la Asociación de Amigos del Esputo Verde. Pero el San Pancracio escapa de esas vilezas y de vez en cuando premia a alguien con quien nadie querría hacerse una foto.
La primera vez que me quisieron dar el Premio San Pancracio me negué a venir a Cáceres y se lo dieron a otro. Bien hecho. Era por mi primera película y mi idea del triunfo hablaba inglés o francés. Por mi tercera película, volvieron a contactar conmigo, y esta vez ya con la lección de humildad bien aprendida y porque venía recomendado el galardón por íntimos amigos dije que sí. Cuando me disponía a venir a Cáceres, los integristas islámicos, que siempre se han opuesto a mi carrera, causaron una terrorífica matanza en Madrid y los premios, previstos para ese fin de semana, fueron aplazados.
Un año después me invitaron a entregar un premio. Acepté. Entregar un premio es mucho mejor que recibir un premio. Por ejemplo, para entregar el Oscar a la mejor actriz siempre hay tortas. En cambio para entregar el premio a los mejores efectos de sonido de flatulencias en cortometraje no se exige currículum.
En Cáceres descubrí a los ReBross. Son gente que mira al cine sin los prejuicios habituales, constructiva, capaz, entusiasta y discreta. Que hacen una labor ejemplar para traer el cine a esos sitios de España que viven bajo el apagón. Sí, el apagón del cine más interesante que muchas veces ni siquiera llega a las cada vez más depauperadas carteleras. Son majos los Rebross. Se han hecho amigos de tipos que para aceptar un amigo lo someten antes a un examen durísimo, gente como Antonio Gasset, por ejemplo, del que se rumorea que va tanto a Cáceres porque ha montado un cortijo y se dedica a la cría del cerdo tras su jubilación del Ente RTVE. A mí me llaman todos los años y me prometen que me van a dejar entregar el premio a la mejor actriz. Pero cuando llego siempre me toca dar el galardón a toda una vida o al mejor intérprete del año perteneciente a la raza bovina.
En los corrillos del cine español ya casi todo el mundo sabe que el San Pancracio es el premio más importante del país. La categoría se establece entre tener un San Pancracio o no tener un San Pancracio. Te lo dan cuando nadie te está mirando. No te arruina la carrera y, haciendo honor al santo que lo patrocina, te permite encadenar trabajos sin parar hasta que otros premios con más renombre echan a perder tu prestigio. Gracias Pancracios y apasionados del cine. Aquí un amigo.
David Trueba
Francisco Rebollo Granados
Presidente Fundación ReBross